Poema del invierno para refrescar el caluroso verano.

Publicado 28/08/2014 - Pedro Martínez Díaz

Acércate, a mí, ¡oh! compañera,

Acércate, a mí, y no dejes que el invierno se interponga entre nosotros.

Siéntate, aquí, conmigo, junto a las llamas del fuego, es lo más bello del invierno.

Háblame de la vida, háblame de tu corazón, aquí, junto a la chimenea; detrás de la noche, para que no se vaya el calor, asegura la puerta con el pestillo, cierra la ventana, porque el colérico semblante del mundo me abate el sentido. Imagina sólo la tranquilidad de nuestros yermos campos, cubiertos de la oscuridad con sus rocíos blancos que hacen llorar de calma a mi desangelada alma.

El olivo con su aceite al candil alimenta y con su leña a nuestro corazón calienta.

¡Oh! compañera, no dejes que su luz y fuego se desvanezca.

Coloca el candil, aquí, junto a mi, para que yo pueda leer con mis lágrimas, lo que a tu lado mi vida ha escrito sobre la mejilla de tu cara.

Acércate a mi, no tengas miedo.

¡Oh! amada compañera, verás las brasas de mi alma, que se extinguen bajo las pulverizadas cenizas de las ramas.

¡Abrázame!, acaríciame con tus dedos, destila nuestro tiempo, porque nos cierran la vida.

Mirémonos, el uno al otro, frente a frente, antes que la noche se abra al día, y nos ciegue el corazón roto.

Búscame con tus brazos, rodéame con tu voz,. deja que el amor del sueño funda nuestras almas.

¡Bésame!

Por favor, con la vida se acaba todo.

¡No ves que nos acecha, el rudo frío del invierno, y la nada nos mira!.

Pero no temas, amada compañera, no podrán helar el calor de nuestros trémulos labios, porque cuando ya no estemos aquí, estaremos en el pensamiento.

Si, tú y yo, seremos un beso eterno.

Una constelación en el universo.

¡Cuán profundos y vastos han de ser los océanos de los sueños, compañera, cuándo sólo haya la luz de los sentimientos!.

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